Sopla

Quien escribe estas líneas nada entiende de danza, más allá de ese raro hormigueo que se siente en la panza cuando lo contemplado pega fuerte y sí, se valora la técnica, la complejidad de la idea, la excelencia de los cuerpos... Pero todo desde un lugar estético bastante caprichoso, sin recursos ni herramientas para juzgar la disciplina. Vaya por delante la aclaración porque desde esa posición y porque nos da la gana, les recomendamos que vean Sopla.


"Sopla es una obra de danza que nace en el momento mismo que falla", anuncia el programa.

Y en efecto, ese es uno de los motores del juego. Sopla quiere y sabe ser un encuentro improvisado, no sólo de danza, también su propuesta estructural, la idea general que la sostiene, se articula sobre esa base. En Sopla hay lugar para peticiones y aclaraciones de último momento, para la bailarina que llega tarde, para el absurdo intento de explicar las estrambóticas casualidades que terminan por alimentar un proyecto artístico, esa rara cadena de azares que puede remontarse varios años en el tiempo porque uno sabe que, en efecto, fueron esos chispazos de nada, el conocer a alguien, el acudir a una fiesta donde se charló sobre quién sabe, lo que termina por ser materia prima de una obra - en cualquier disciplina artística sucede -, lo que nos trae hasta el resultado final, esa suma de acuerdos a la que se llega como grupo y que es finalmente lo que se ofrece a un público con la idea de darle vida nueva. Modificar y ser modificado por la mirada ajena.

Todo eso está en Sopla. Como ven, poco y nada de danza se comenta acá pero les aseguro que la danza está. Y la improvisación. Y la preparación de unos cuerpos que buscan armar algo sin saber bien cómo aún.

A esto hay que sumarle un humor inteligente y puntual que nace de cada pequeña consigna que abordan y que tiene que ver con la frescura de todo lo que llega a suceder en un ámbito de ensayo, en ese territorio donde la obra aún no es pero se está cocinando, ese limbo en el que se prueba vestuario, reemplazos, se busca el gesto, la intención, el lugar preciso para hacer esto o aquello. Esas cosas, ese humor.

Y un muy lindo final.

No se la pierdan.
 
 
Sopla
Intérpretes: Laura Aguerreberry, Pablo Burset, Lucía Disalvo, Laura Monge, Gabriela Pastor, Omar Possemato.
Vestuario: Laura Monge.
Diseño de luces: Omar Possemato.
Fotografía: Francisco Iurcovich.
Diseño gráfico: Débora Diskin.
Colaboración artística: Ignacio Ciatti.
Dirección: Laura Aguerrebarry, Lucía Disalvo.

TIMBRE 4. México 3554.
Domingo 27, 21.30hs.
Reservas: 4932 4395 / www.alterntivateatralcom

No soy un caballo

Alguna que otra vez vamos a ver una obra amparándonos en un sólo nombre. Un director, un dramaturgo, un actor... Y cuando ese impulso es recompensando de manera tan grata como es el caso, hay mucho para agradecer y toca recomendar.

Siguiendo a Walter Jakob fuimos hoy parte del público privilegiado de No soy un caballo, obra dirigida por Eduardo Pérez Winter cuyo texto se armó en base al trabajo de improvisaciones de los actores: Walter Jakob, Diego Cremonesi y Francisco Egido. Si este detalle no se aclarase en el programa difícilmente podría intuirse que se trata de un texto de creación colectiva porque hay un universo certero, concretísimo y muy sólido - infrecuente cuando se mezclan plumas - que no se limita a lo que nos muestran si no que se expande logrando que les sigamos en los más variados espacios: un caserón, un campo cualquiera en un pueblo de provincia, una pulpería, un establo... Así de inmensa llega a ser la sala de Silencio de Negras gracias al exquisto trabajo de dirección y puesta donde explotando el juego que pueden dar dos puertas y sirviéndose de unos pocos elementos indispensables los actores nos llevan y nos traen a donde quieren.

La historia atrapa por la rotundidad de unos personajes que rebosan humanidad por los cuatro costados. Tres amigos de esos que creen conocerse profundamente. Un fin de semana en el campo para que uno de ellos resuelva ciertas burocracias, venda las últimas cosas de valor que quedan ahí y pueda saldar unas deudas de la familia. En el lote de venta hay dos caballos que pertenecían al abuelo... Y en esos caballos se cifra algo de la memoria viva de Esteban, el nieto que ahora debe hacerse cargo de la venta y liquidar de golpe mucho más que unas deudas. Un texto inteligente y lleno de humor donde es imposible no reconocerse y aún más difícil no empatizar con todos y cada uno de los personajes a los que se nos presenta de ese modo sutil y eficaz que no permite juicios apurados sobre ninguno de ellos.

Repasamos: un texto interesante, inteligente y lleno de humor, una investigación creativa y original sobre el uso del espacio, una puesta en escena donde abunda el (in)genio y, por si fuera poco, muy buenas actuaciones. Una propuesta que nos ayuda a recordar que no hay nada que el teatro no pueda. Esta noche todos compartimos establo con dos lindos caballos.

No soy un caballo termina su temporada 2011 el último miércoles de noviembre, pero volverá el año que viene. Agenden ya los miércoles que quedan y aprovechen para conocer Silencio de Negras, una de las salas de ARTEI que merece la pena conocer.

No soy un caballo

Dramaturgia y dirección: Eduardo Pérez Winter.
Actúan: Diego Cremonesi, Francisco Egido, Walter Jakob.
Vestuario: María Sábato.
Escenografía: Carla Balboa.
Iluminación: Adrian Grimozzi.
Realización de escenografia: Hernán Ghioni.
Operación técnica: Brenda Bianco, Alejandro Suárez Pryjmaczuk.
Fotografía: Julieta Exposito, Facundo Miguel Nívolo.
Asistencia de dirección: Hernán Ghioni.
Colaboración general: Laura Gonzalez Miedan, Rocío Pichon Rivière.
Silencio de Negras, miércoles 21hs.
Luis Sáenz Peña 663.

Reservas: 4381-1445


www.silenciodenegras.wordpress.com

El pozo donde se encuentran

El programa anuncia: "Del amor al asesino. De los hombres que matan a las mujeres. Del desencuentro en el corazón del encuentro. Del agujero en el corazón. Del pozo donde se encuentran".

Esas son las ideas elegidas como carta de presentación para El pozo donde se encuentran, última obra dirigida por Román Podolsky, estrenada en Timbre 4. Intuimos: son ideas elegidas entre cientos de posibilidades. La obra goza de una dramaturgia fértil que potencia el significado de las palabras jugando con las imágenes que acarrean. Por momentos la literalidad con la que los personajes sostienen su discurso es lo que genera un contraste absurdo que mueve a una risa tan genuina como nerviosa. Porque hay humor, sí, pero es un humor oscuro, un humor sobre la violencia del amor y la muerte, sobre lo inevitable de ambos y sobre el peor de los modos posibles de transitarlo. El pozo donde se encuentran quiere ser eso: un espacio subterráneo donde coinciden realidades imposibles. Los asesinos y sus víctimas, la vida y la muerte, el comienzo y el fin de muchas historias. Historias de amor. O no.

Las raíces de la idea, por poético que sea el universo en el que se desarrolla, remiten de modo inevitable a una verdad social que aparece y desaparece de los diarios según las necesidades de la agenda mediática de turno: la violencia de género. Las miles de mujeres que mueren cada año a manos de un hombre que, en muchos casos, supo ser el amor de su vida. Pocas realidades tan desmedidamente absurdas.

El pozo donde se encuentran aborda ese tema para convertirlo en un delirio donde reina cierta extraña calma que desasosiega. Apenas araña la superficie de unas pocas historias para ello. Parejas en las que todo era perfecto hasta que dejó de serlo. El deseo como juego y el juego llevado hasta sus últimas consecuencias, hasta que pierde la gracia. El amor como capricho, como azar injustificable. Y el fin del amor como una parte inevitable del mismo.

De todo eso y bastante más está lleno ese pozo al que nos invitan. Son muchos los referentes que van a cruzar por sus cabezas. Desde A puerta cerrada a Six feet under.
La puesta es escena opta por lo mínimo e imprescindible. El hincapié está puesto en la dramaturgia y el trabajo actoral. Un elenco de quince actores tan equilibrado como interesante donde se aprecia la búsqueda de una organicidad coral. Cabe destacar que la obra es fruto de un taller de montaje impartido por Podolsky en Timbre 4 y que el proceso de creación tuvo mucho que ver con ese método de trabajo suyo donde las palabras, la forma de decir de los actores, el valor dado y buscado a la expresión y al imaginario personal de cada uno son la materia prima de los personajes.

Román Podolsky es uno de esos raros directores y docentes que ha sabido hacer de su búsqueda un método de trabajo. El pozo donde se encuentran es una buena oportunidad para conocer el resultado de esa experiencia.

El pozo donde se encuentran
Dramaturgia y dirección: Román Podolsky.
Actúan: Juan Apat, Magdalena Barril, Silvia Bassi, Gonzalo Bueno, Mercedes Carbonella, Veronica D´amore, Ignacio D´Olivo, Romina Ganovelli, Harri Garmendia, Eladia Grosso, Hernán Lewkowicz, Mariana Nobre, Sebastián Romero, Fernando Sala, Josefina Scaro.
Concepción espacial: Román Podolsky.
Fotografía y gráfica: Romina Ganovelli.
Asesoramiento de iluminación: Alejandra Polito.

Asesoramiento de vestuario: Alejandra Polito.
Asistencia de dirección: Vanina Montes / Laura Lértora.
Timbre 4. Boedo 640.
Domingos 21hs.

El estudiante. Los compromisos.

"Creo que al final no ganar fue lo mejor que nos podía pasar", afirmaba Santiago Mitre en una nota para Radar (*), a propósito del hecho de que El estudiante no hubiera ganado en su momento el premio del INCAA que les hubiera permitido realizar el guión en mejores condiciones (económicas). A dos meses del estreno en el Malba y en la Sala Lugones del San Martín, habiendo pasado ya por un ciclo en el Cosmos, todos los que tuvimos la oportunidad de verla, seguramente compartamos la opinión del director.
El estudiante no es sólo una de las mejores películas argentinas del año, es una lección más de cómo querer es poder cuando el deseo sostiene la creatividad. Hay que hacerse cargo de las muchas, muchas horas de material filmado en la Facultad de Sociales, que hicieron falta para componer ese collage donde se nos presenta un mundo, otro más, dentro del nuestro. Lo que queda, las horas de metraje, hablan de por sí de lo mucho y bueno que quedó en el camino. Se nos muestra un sector concretísmo del ecosistema universitario: la juventud militante, la política actual, las luchas internas por un poder que algunos, desde fuera, - los desapegados, los ingenuos, los "nomeimporta" -, considerarán irrelevante. Cómo si algún poder, por mínimo que sea, pudiera ser irrelevante.

Entonces. El estudiante como una lección de múltiples compromisos. El de sus creadores Mitre y Llinás (una vez más, Mariano Llinás haciéndonos felices) con la idea original y la necesidad de llevarla a cabo con los recursos disponibles. El compromiso técnico y artístico de todos los involucrados que no cobraron lo que deberían pero supieron participar de algo que merecía la pena. Y el compromiso alcanzado con un público que no dejó de agotar las entradas, se permitió aplaudir al final de las proyecciones y la recomienda para que se le siga la pista de una sala alternativa a otra. Y así, en apenas dos meses, nace una película de culto.

La lección del estudiante sigue. En un año donde la política nacional e internacional ha sabido acosarnos sin tregua, donde tanto se ha hablado de indignados, revoluciones, generaciones perdidas, de un sistema agotado sobre el que no se ofrecen alternativas... Acá tienen, señores, una película que habla de todo eso y mucho más, mostrando que el sistema de producción importa pero no define, recordando que la creatividad se fortalece con las limitaciones, y dialogando con la Historia. Con el pasado, con las generaciones que construyeron todo este tinglado que no dejamos de apuntalar para que no se venga abajo, y con el presente, con un cotidiano que, sí, es porteño por los cuatro costados, pero hace eco en muchos lugares, en muchos países - o debiera hacerlo, al menos -.

El estudiante, entonces, como una lección importante para todos: nada está perdido. Aún son muchos los interesados en decir y hacer lo que desean sin esperar la forma o el momento ideal para ello.

Y a todos los que critican el final... Logremos alguna una hazaña semejante y luego vemos lo del pelo en la sopa, ¿sí?

(*)Ver nota de Mariano Kairuz: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/radar/9-7289-2011-08-28.html