El amado by Berger

El amor confiere inocencia. No tiene nada que perdonar. La persona amada no es la misma que la persona que vemos cruzando la calle o lavándose la cara. No tampoco exactamente la misma que la persona que está viviendo su propia vida, su propia experiencia, porque él (o ella) no puede ser inocente.


¿Quién es entonces la persona amada? Un misterio cuya identidad nadie puede confirmar, salvo el amante. (…) El amor, aunque une, es solitario.

La persona amada es el ser que permanece cuando sus propios actos y su individualidad han sido disueltos. El amor reconoce a una persona antes de que actúe y a la misma persona después. Otorga a esta persona un valor que no es traducible en virtud. (…)

El descubrimiento de una persona amada, ya formada y completa, es el inicio de la pasión.

Uno reconoce a quienes no ama por sus logros y cualidades personales. Las cualidades que uno considera importantes pueden ser diferentes de las que la sociedad en general proclama como tales. No obstante, tenemos en cuenta a aquellos que no amamos dependiendo de la manera como llenan un contorno, y para describir dicho contorno utilizamos adjetivos comparativos. Su “forma” global es la suma de sus logros o cualidades, tal como la describen los adjetivos.

A la persona amada la vemos de una forma totalmente opuesta. Su contorno o forma no es una superficie encontrada por casualidad, sino un horizonte que lo bordea todo. Uno reconoce a la persona amada no por sus cualidades o logros, sino por los verbos que puedan satisfacerla. Sus necesidades pueden ser muy diferentes de las del amante, pero crean un valor: el valor de ese amor.

John Berger.

“Entre los dos Colmar”, en Mirar, ed. de la Flor, Bs. As., 2004.