Villa Argüello ("Espacio de evocación a un mundo cordobés")

A menudo insistimos desde acá en la necesidad de recordar que la originalidad nace y pasa por lo más íntimo de cada uno, por cada sutileza que nos hace ser quienes somos. Cosas tan accidentales como el lugar de nacimiento, por ejemplo. Villa Argüello tiene la frescura y la intimidad de toda obra que se sabe única porque se aproxima con honestidad, humor y sencillez a varios conceptos universales: el origen, el amor, la extraña sensación de quien, por momentos, deja de sentirse en casa o la inmensidad de un mundo que finge ser el mismo en todas partes pero que no lo es. Ni por asomo.

Lograr que estos y otros muchos temas aparezcan en una obra de danza y brillen con una vitalidad donde nunca hay lugar para la melancolía o innecesarios subrayados, es uno de los muchos aciertos de los textos y la dirección de Celia Argüello Rena. Villa Argüello goza además de otra gran virtud y es que sus intérpretes y creadores se lucen en ese ideal tan difícil del bailarín que actúa o actor que baila. La precisión y el ingenio de las coreografías se mantiene en los momentos en los que aparece el texto, incluso se intensifica cuando se establecen desafíos rítmicos con las palabras, las frases y la repetición del acento cordobés que se convierte en una suerte de desafío colectivo. El humor inteligente y cálido que planea sobre toda la pieza cuenta con un pasaje inolvidable en el que la tradición de las letras de cuarteto se pone en escena con un despliegue de desparpajo y literalidad que ilumina el desmedido absurdo.

Las funciones se realizan en el salón de la Asociación Vecinal Gral. Benito Nazar, uno de esos espacios desconocidos que abren sus puertas a un proyecto artístico y se ven resignificados por el valor de la propuesta. En este caso, el salón y las sobrias decisiones de puesta en escena, generan un marco idóneo para lograr ese "espacio de evocación a un mundo cordobés" que anuncia el título de la obra.

Como público, aproximarse a toda obra que transcurre lejos de los circuitos habituales de teatro siempre es una experiencia positiva. Hay otros mundos, pero como nos recuerda Villa Argüello, están en éste. Algunos hay que recordarlos. Otros nos están esperando a la vuelta de la esquina.

Villa Argüello

Idea: Celia Argüello Rena. 
Intérpretes y creación: Pablo Castronovo, Josefina Gorostiza, Andrés Molina, Teli Ortíz, Jimena Pérez Salerno, Ollantay Rojas, Diego Rosental. 
Vestuario: Estefanía Bonessa.
Escenografía y luces: Agnese Lozupone. 
Música original: Alfonso Barbieri.
Diseño gráfico: wearepasto.com
Asistencia general: Macarena Orueta. 
Producción: Juan Pablo Gómez. 
Dirección: Celia Argüello Rena. 

Sábados 20h. 
Asociación Vecinal Gral. Benito Nazar.
Antezana 340. 

Reservas: www.alternativateatral.com

Herzog

"No me considero un artista. Ni siquiera sé lo que es un artista. Me cuesta atenerme a una definición. El cine es un oficio, en la medida en que gano dinero. En la medida en que trabajo profesionalmente. Sé que es un trabajo profesional. Soy un verdadero profesional. Me gano la vida. No paso hambre, tengo bastante dinero para pagarme un café. Bastante dinero para pagar el alquiler. En ese aspecto, sí, puedo entender que lo que hago sea una profesión. Pero “artista” es una palabra que me cuesta mucho entender. Y eso se torna más difícil con los años en la medida en que cada vez desconfío más del arte. Sobre todo desde hace veinte años. Es muy difícil de explicar. Quisiera hablar, entre comillas, del arte moderno. Podemos comprender en qué situación está el arte observando el mercado del arte, las subastas, el mundo de las galerías. Hay algo ahí profundamente inquietante y extremadamente sospechoso. ¿Cómo pueden los “artistas” dejar que el arte sea eso en lo que se ha convertido? Asistimos a una completa distorsión de los valores. Ir a una vernissage –lo que me ha ocurrido una o dos veces en mi vida– es la experiencia más desalentadora que se pueda imaginar. Tan desalentadora que no la volveré a tener nunca. La manera en que se presenta el trabajo, el público que va a esos eventos, el mercado del arte, todo eso da náuseas. (...)


Detrás de las imágenes, detrás de la visión, detrás de la historia, detrás de la gramática de la narración y la gramática de la imagen hay algo cuya experiencia el cine puede ofrecer en muy raras ocasiones, se toca entonces una verdad más profunda. No pasa muy a menudo, pasa en poesía. Aun cuando me haya alejado un tanto de él con los años –es un poeta para los que tienen quince, dieciséis o diecisiete años–, al leer a Rimbaud se siente instantáneamente que hemos rozado algo extático. Tocamos una verdad que está detrás de las cosas. Algo que no necesitamos analizar. Lo sabemos de inmediato. Rimbaud obviamente se interesaba mucho en las iluminaciones. Pero los hechos no iluminan. Los hechos crean normas. Sólo la verdad ilumina".

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