"¿Puede el dolor convertirse en una puesta en escena?"

Las obras imperfectas e inconclusas construidas con más interrogantes que respuestas, despreocupadas por el bienestar del público, conscientes de sus defectos y capaces de reírse de ellos anticipando la siempre predecible mordacidad del espectador escéptico y aburrido de antemano, no abundan. Es normal. Cuestan. Mucho. No hay presupuesto artístico que pueda bancar la incertidumbre del largo proceso sin garantías que implica ese desafío. Marina Otero, la autora y performance de esta obra, lo sabe. Quizá no lo sabía en el 2007 cuando comenzó a considerarse a sí misma material de estudio sometiéndose con constancia kamikaze a las preguntas tan odiosas como vitales que a menudo nos visitan. Algunos las esquivan como balas, otros, como esta creadora, deciden exponerse a quemarropa y mostrar las cicatrices.

Recordar 30 años para vivir 65 minutos es uno de esos ejercicios de búsqueda personal cuya naturaleza orgánica tiende a enredarse, proliferar y mutar con el tiempo. La obra es performática en muchos sentidos pero quizá ese sea el más atractivo. El hecho de que lo que vemos hoy no podrá repetirse. Es del todo inexacto, aleatorio. Existe un mapa, sí, pero no cabe duda de que no es el territorio. El año próximo, Marina tendrá que recordar 31 años para seguir mostrándose, desnudándose y encontrándonos. Ella misma reflexiona sobre eso y muchas otras inquietudes mientras busca la mirada de un público intimidado que acierta a soltar cada tanto una breve carcajada. Un público que aplaudirá el esfuerzo de su creadora sintiéndose parte de la pieza. Una propuesta que juega con lo autorreferencial para señalarnos a nosotros con el dedo. Sin acusarnos de nada. Todo lo contrario. "¿Se arrepienten de haber pagado la entrada?", nos preguntan. Qué importa.

Recordar 30 años... es una de esas experiencias que ayudan a constatar que la fe que algunos depositamos en el arte no está desperdiciada. Cuando lo importante no es el fin y el medio sirve para algo más que sacar a pasear los egos, lo cierto es que, realmente, los infinitos peros que una propuesta como esta pueda contener, carecen de importancia. En última instancia, que cada quien se haga cargo de sus dudas, pero cuestionénselo ahí, en esa sala inundada de retazos de vida (im)posible.

La puesta es un collage escénico donde la suma de recursos hace zapping entre poesía y videoclip. Se intuye que la dirección de Juan Pablo Gómez respetó mucho el imaginario de su intérprete. Todo suma y desordena. Está bien que así sea, una vida en 65 minutos no puede ser más que un caos en expansión.

Recordar 30 años para vivir 65 minutos

Autora y performer: Marina Otero
Ambientador visual y montaje de vídeo: Gastón Exequiel Sánchez.
Diseño de luces: Matías Sendón.
Collage y diseño: María Laura Valentini.
Colaboración en selección de vestuario: Franco Kuma La Pietra.
Colaboración coreográfica: Marina Quesada,
Trailer y cámara en vivo: Lucio Bazzalo .
Producción: Laura Sol Zaslavsky.
Asistencia de dirección: María Belén Arena, Lucrecia Pierpaoli.
Dirección: Juan Pablo Gómez.

El Excéntrico de la 18
Lerma 420
Sábados 22.30h. 

www.recordarparavivir.wordpress.com