Giselle Aronson










Fonoaudíologa. Escritora. 

¿Cómo te definís profesionalmente?
Como una laburante. Me gusta esa imagen. En lo profesional, no tuve herencias ni la suerte de estar en el lugar indicado, en el momento justo. Por eso, lo conseguido fue a base de trabajo.
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
Supongo que fue el resultado de una búsqueda que podría haber culminado en alguna otra disciplina artística. Estoy segura que de cualquier modo habría desplegado algo relacionado al arte, ineludiblemente.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
La música, la lingüística, el espacio terapéutico, el trabajo con la diversidad.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
La paciencia.
¿Y lo más hermoso?
Cuando alguien viene y te dice que se emocionó con un texto tuyo, cuando un colega destaca tu trabajo, cuando conocés gente maravillosa gracias a la escritura, cuando quedan vínculos que te hacen la vida más linda.
¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?
Soy curiosa, todo lo que me llama la atención se vuelve fuente. La gente, los diálogos que escucho, canciones, historias que me cuentan, libros que leo, películas, noticias, viajes, pinturas, recuerdos. Creo que todo lo que vivo se fusiona como una especie de caleidoscopio y esa es la masa en la que se moldea lo que luego voy a escribir.
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
Tiempo con mi familia, tiempo para mi otra vocación y tiempo de descanso.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
En la escritura de una novela, en la continuidad de un taller literario que coordino y en la concreción de un ciclo de lecturas en Haedo.
¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse?
El taller sigue en marcha. La novela está en proceso de búsqueda de editorial. El ciclo se llama Crudo & Cocido, lo coordino junto a Fernando Veríssimo, Juan José Dimilta y Fernando Ghio. Arrancó en abril de 2015 y ya llevamos diez encuentros.
¿Cuántos te esperan ahora?
Tengo en la cabeza un proyecto que espero tome forma. Además, estoy en alerta constante, en ese estado de espera-búsqueda de la próxima historia que quiera escribir. Aún no aparece pero ya lo hará. Y me encantaría hacer radio: un programa literario, una columna, una participación.
¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha?
No sé si más tiempo cronológico pero Dos, la primera novela que escribí, fue el proyecto que más esfuerzo me demandó hasta hoy. Yo estaba muy cómoda en el género microficción y el cuento breve y poder entrar en la lógica narrativa de la novela me insumió un trabajo que no había tenido hasta entonces. Para la escritura de la segunda novela (aún inédita) ya tenía un recorrido hecho, un aprendizaje que, aunque no es garantía, me sirvió muchísimo.
¿Cómo lo recordás? ¿Qué hubo de bueno y de malo?
La escritura de Dos me abrió a otra cosa, supuso un desafío y un aprendizaje muy valioso. No recuerdo un aspecto “malo”, fue muy difícil pero eso se transformó en un aspecto más que bueno.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Vivo de lo que también amo que es mi profesión de fonoaudióloga. Trabajo con niños con dificultades en el lenguaje, desde las más leves a las más complejas. Con eso pago las cuentas. Amo mis dos trabajos, la fonoaudiología me da de comer y la literatura le da un valor agregado a mi vida.
¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?
Con la música y el cine, generalmente.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Pagar por algo por lo que debí haber cobrado.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Reaccionar sin antes haber reflexionado cinco segundos.
¿Qué estás leyendo?
Eisejuaz, de Sara Gallardo.
¿Qué autores recomendás siempre?
John Berger, Isidoro Blaisten, Raúl Brasca, Silvina Ocampo, Simone de Beauvoir y un montón de amigos y amigas que no especifico para no olvidar a ninguno.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
No soy muy reincidente porque tengo miles en lista de espera pero cada tanto, bastante seguido, en mi mente se recrean escenas de Cinema ParadisoHable con ellaMatch PointEl pianistaSer digno de serEl encanto del erizoLa mala educaciónLe nom des gens (acá traducido como “Los nombres del amor”, que me parece un espanto), La vie en rose y más.
¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles?
En el rincón que se supone es mi lugar de escritura (que no es estable), tengo un corcho con fotografías de personas e imágenes que me inspiran. Allí están Borges, Cortázar, Pizarnik, Blaisten, Edit Piaf, Tita Merello, Virginia Woolf, Silvina Ocampo, Simone de Beauvoir, mis hijas, una foto mía de pequeña, una foto de un brote que sale, se impone entre los cerámicos del zócalo de mi patio. Tendría que agregar a Estela de Carlotto y Tina Turner.
¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?
Compromiso con el trabajo. No me importa el grado, no me gusta medir pero sí, dentro de las posibilidades de cada uno, una apuesta, una mínima entrega.
¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza?
Fernando Veríssimo, mi pareja, es quien lee en primer lugar, todo lo que escribo. Luego, amigos que son lectores calificados y críticos. Y, obviamente, si estoy trabajando el proyecto en taller o con seguimiento, con la persona que lo supervisa.
¿Pedís subsidios para tus proyectos? ¿A qué instituciones?
No, no pedí nunca.
¿Por qué?
Por desconfiada.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
Decir “por las vueltas de la vida” suena a lugar común pero es la mejor manera de explicar mi caso. Llegué a Capital primero y a Haedo después, por traslados laborales que implicaban una movilización familiar. Luego, cuando me divorcié, elegí quedarme acá porque mi nave ya estaba hecha en Haedo.
¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo?
En el 2011 participé de un congreso de microficción en Mendoza. Ese viaje y esa posibilidad me permitieron una apertura que yo no había soñado hasta ese momento. Conocí personas muy valiosas, tuve la oportunidad de ser escuchada y leída por toda una comunidad de escritores que me incluyó y me permitió crecer y desarrollarme en el ambiente de la microficción y que luego pude ir ampliando hacia otros géneros.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Cuando se me impone. Casi al punto de la obsesión, podría decir.
¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo?
Sí, pero prefiero no hacerlo demasiado consciente. Tengo que la sensación de que si sigue siendo tácito, subyacente, casi desconocido, conservará su efectividad.
¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?
Un par de viajes, tejer un suéter a cada una de mis hijas, varias películas, decenas de libros por leer, alguna participación en radio, más actividad física, menos rollos perjudiciales, aprender a tocar cajón flamenco y darle más bola al ukelele.
¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
Búsqueda e incertidumbre. Pero vamos yendo.
¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?
Que se resienta mi autonomía.
¿Qué hacés cuando no estás trabajando? 
Me ocupo de mis hijas, leo, duermo, salgo a pasear, cocino y curioseo por las redes sociales.
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?
Algo similar, algo relacionado con el lenguaje, algo artístico. De una u otra forma.