Otra vez lunes. Crónica autómata



"Una vez fui de ella", dice él. Y ahí nomás algo tiembla en nuestro andamiaje de espectador a salvo en la platea. Hay otras frases, pero elegimos esa. La nueva obra del Colectivo Lascia, con dramaturgia de Pablo Bellocchio y dirección compartida en esta ocasión con Cecilia Grüner, sintetiza cotidianidades con los que inevitablemente nos reconocemos. Tropezamos con nosotros en ellos. Los actores nos prestan cuerpo y voz en una coreografía que señala las peculiaridades infames del mundo que nos rodea. El presente es idéntico a cualquier pasado - al de Metrópolis o Tiempos Modernos - y encaja perfecto en aquel futurible que el cine de nuestra infancia aventuraba. Otra vez lunes logra, con una partitura metonímica y reiterada, no sólo que recibamos el relato que nos cuenta, sino que nos quedemos pensando en todo lo que no dice. 

¿Vivimos o nos viven? ¿Tenemos o nos tienen? ¿A dónde y a quiénes pertenecemos? Nuestro cuerpo, uno, torpe, imperfecto y agotado, arrastra su soledad entre rutinas impuestas. La repetición condena y castiga. Pagamos un precio exclusivo por ajustarnos al ritmo de la inercia que nos corresponde: la vida. Esa vida única que hipotecamos y abandonamos tantas veces porque no tenemos tiempo de vivirla. Estamos demasiado preocupados sobreviviendo. 

La obra desarrolla cuestiones que no pierden vigencia. La humanidad no parece capacitada para hazañas mejores. Retoma una constante temática y la habita con una dramaturgia fragmentada y elíptica que nos permite elaborar nuestro personal entramado. Los personajes no tienen nombre, todos son uno y, a su vez, cada uno es diferente. Las voces que nos guían son precisas. Estar no es suficiente. Las formas son la cáscara amarga del día. Alcanza con cambiar el ritmo, con detenerse un instante ante el espejo, para ver cómo la máscara se desmorona. El miedo nos habita. Somos el imperfecto reemplazo  de alguien y el ritual que nos permite sobrevivir es el mismo que terminará con nosotros. 

Son muchos los interrogantes que se abren a raíz de las imágenes textuales y físicas de la obra. Una puesta despojada, rítmica y sencilla, donde se intuye mucho del tipo de trabajo del Colectivo Lascia: hipótesis escénica investigada en grupo, tiempo de laboratorio, dudas miles y soluciones poéticas que finalmente determinan la mejor de las formas posibles para un contenido profundamente interiorizado por todos. 

El Colectivo Lascia viene trabajando desde 2012 con una constancia admirable, no sólo en lo que a su producción se refiere, sino en su compromiso con "la incertidumbre de la búsqueda", como afirma su programa de mano. Cabe destacar el valor añadido de esa unión grupal que desarrolla una metodología fortalecida con cada proyecto. Acostumbrados como estamos a la voraz dinámica de las fugaces cooperativas, resulta interesante aproximarse a creadores que han logrado establecer una dinámica tan particular y consistente. Si es cierto que el movimiento se demuestra andando y que, en efecto, "caminante, no hay camino" - como nos recuerda Bellocchio que afirmaba Machado- , se intuye que hay Lascia para mucho viaje. 




Otra vez lunes. Crónica autómata

Dramaturgia: Pablo Bellocchio.
Actúan: Florencia de la Fuente, Fernando Del Gener, Nicolás Dezzotti, Antonela Granati, Christian Inglize, Delfina Oyuela, Denise Rodríguez, Josefina Rotman, Marivi Yanno, Mariana Zarnicki.
Vestuario: Gina Michienzi.
Diseño de luces: Pablo Calmet.
Audiovisuales: Mara Rojas.
Música original: Jerónimo Duarte,
Diseño gráfico: Rodrigo Bianco.
Entrenamiento corporal :Cecilia Gruner.
Asistencia de dirección: Eloísa Colussi.
Producción: Lascia Colectivo de Trabajo.
Dirección de actores: Pablo Bellocchio.
Co-dirección Coreográfica: Cecilia Gruner.
Dirección general: Pablo Bellocchio, Cecilia Gruner.

Nün Teatro
Juan Ramírez de Velasco 419
Lunes 21h.

Contexto Teatral. Nueva expansión del universo dramatúrgico






El próximo miércoles 28 de septiembre se presentará en Madrid Contexto Teatraliniciativa quijotesca de Nueve Novenos en colaboración con Nuevo Teatro Fronterizo, Creador.es, Ñaque Editora y la sala Cuarta Pared, donde se celebrará el evento de presentación. 

Se trata de una nueva web dedicada a la dramaturgia que nace inspirada no sólo por buenas intenciones, sino por muchas necesidades. Su presentación deja clara constancia de sus inquietudes y objetivos. 

"¿Por qúé? 

Porque nos gusta unir a la gente que explora en caminos comunes. Porque muchas veces nos han preguntado por textos y no hemos sabido recomendar más que los nuestros y los de nuestros colegas. Porque más de una vez hemos tenido la necesidad de que existiera una web como ésta. Porque sabemos que hay muchos actores y muchas actrices buscando textos y que no conocen la cantidad y la calidad de lo que se escribe en estos tiempos. Porque nos encantaría que en las escuelas de interpretación fuera habitual trabajar sobre textos de nuestros autores vivos... Por estas razones (y por otras muchas más) hemos construido Contexto Teatral.

¿Para qué? 

Para servir de plataforma de unión entre los dramaturgos y las dramaturgas, siendo un lugar común desde el que mostrarse como individualidades vinculadas con el resto de colegas de profesión. Para presentar los trabajos y hacerlos accesibles a los profesionales del teatro (compañías, actores, actrices, directores/as, escuelas, centros dramáticos, programadores, prensa, editoriales, críticos, investigadores...), y así poder conectar a los/las autores/as con estos profesionales del sector, incentivando a que sus obras sean leídas, conocidas, publicadas y, por supuesto, su fin último: que sean estrenadas".

**

La plataforma ofrece un amplio catálogo de autores que escriben en castellano, españoles y latinoamericanos. Junto una breve introducción a la poética autoral, se incorporan fragmentos de varias obras que el lector interesado puede solicitar al autor en su totalidad. Más que una biblioteca, lo que Nueve Novenos inaugura es un punto de encuentro internacional que nos permitirá obviar geografías y poder leer un abanico heterogéneo  de textos dramáticos que prueba la profunda vitalidad de esta disciplina inagotable. 

Kartun habla a menudo del "virus de la dramaturgia", algo que hay que incubar, padecer y contagiar, expandir. Sin duda, esta propuesta será de gran ayuda. La visibilidad para autores desconocidos, el acceso gratuito a los textos y la posibilidad de conectar inmediatamente con los autores y establecer un diálogo sobre sus trabajos, facilitará toda suerte de intercambios y genera, desde ya, una nueva base de datos para investigadores, productores, prensa y demás rubros fortalecedores del universo teatral. 

Celebramos profundamente que la iniciativa esta vez sea española. En los tiempos que corren una empresa de este calibre demuestra que la resistencia cultural sigue estando a nuestro alcance. Debemos seguir reivindicando el valor de otras formas posibles de ser y estar en este mundo. 

Contexto Teatral nace como solución poética para muchos de nuestros problemas técnicos, lección bien kartuniana. 


Javier Divisa












Escritor. 


¿Cómo te definís profesionalmente? 

Mercader y hablador de cosas normalmente frívolas para llegar a la transcendencia y/o vender unos zapatos Oxford de Divisa. 

¿Sabés por qué te dedicás a esto?

No. Los azares y la consciencia no se entienden mucho, en mi caso. 

¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación? 

Asistir cuando era niño a unos cuantos funerales elegidos aleatoriamente entre las esquelas del periódico y ver la manera de conmemorar el fin de la vida. Las exequias enseñan la hostia. 

¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?

Qué Chanel llevará la mujer musulmana bajo la kurta, y ama a los perros y los novios de tus clientas como a ti mismo. 

¿Y lo más hermoso?

Estima con criterio. Elige bien los ojos, no falles. 

¿Cuáles considerás que son tus principales fuentes e influencias creativas?

Metro Madrid, el mercado, el bar, la calle, la tragicomedia de la prensa.

¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación? 

Los ojos y levemente la cabeza partir del minuto 45 de la primera parte. 

¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto? 

Poca cosa. Lo llevo de una manera muy privativa e íntima. A los pocos días de la huida añoro el sacrificio. 

¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?

En 365. Cada día me levanto como un proyectil. A partir de ahí sé que el día irá a peor. Y así es como ley axiomática. 

¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse? 

Pon la mitad. Seamos ingenuos. Viva la euforia. 

¿Cuántos te esperan ahora?

Tantos como días para el cincel y el mármol. 

¿Cuál es el proyecto al que dedicaste más tiempo hasta la fecha? 

Descojonarme de algo cada día. 

¿Cómo lo recordás? ¿Qué hubo de bueno y de malo? 

Con resaca e ibuprofeno. Todo fue muy bonito. 

¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas? 

Tengo otra actividad. Dirijo una red de mendigos rumanos que llevan gorrito de lana y vaso del Starbucks. Si los ves, son míos. Los de la pierna izquierda a las tres menos cuarto. Todos míos. 

¿Con qué otras artes te relacionas habitualmente?

El amor, en la faceta de dador. 

¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte? 

Dar el coñazo a las novias con los borradores. Pobres criaturas. 

¿Hay algo que no volverías a hacer? 

Desde luego, no cortar rosas con la mano en una rotonda por imperativo de una loca del coño. Era muy categórica ella. 

¿Qué estás leyendo? 

La muerte de mi hermano Abel, otra vez. Gregor Von Rezzori. Son 800 páginas y la primera vez pasé por alto unas 400. Espero que está vez sean 200. 

¿Qué autores recomendás siempre?

Roberto Bolaño, Ben Lerner, Von Rezzori, Martin Amis, Penelope Mortimer

¿Qué películas volvés a ver una y otra vez? 

Truman (risas). No. Voy: American Beauty, La gran belleza, La ley del silencio

¿Qué artistas – de cualquier ámbito - te resultan imprescindibles? 

Los camareros profesionales. 

¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?

No halitosis y no joder al prójimo. Mi elección es residual. 

¿A qué profesionales de tu ámbito seguís de cerca? 

A Cara Delevingne y a los poetas de Facebook.

¿Con quién hablás sobre tu trabajo? ¿Pedís consejo o asesoramiento a alguien de confianza? 

Con Hermético. En líneas generales, no. 

¿Pedís subsidios para tus proyectos? ¿A qué instituciones?

Sí, estoy apuntado a la excursión a Marte de 2039.  

¿Por qué?

En 2039 seré milloneti. 

¿Por qué vivís en Madrid? 

Ya se me ha olvidado, supongo que no es fácil marcharse de aquí, atrapado por la mercadería y las responsabilidades burocráticas. Y los amigos. 

¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo? 

No. A mí la huella del viaje apenas me alcanza a una semana. Quizá demasiado pragmático. 

¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?

Entre las 8 y las 9 a.m de cada día.

¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo? 

Sí. Iniciar la mañana como la moto de Valentino Rossi. 

¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes? 

Morirme después de 2039 durmiendo la siesta. A corto plazo, una tercera novela que saldrá en otoño. Magdalena

¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?

La verdad: No. 

¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?

Ir a los funerales por obligación y no por gusto. 

¿Qué hacés cuando no estás trabajando?  

Pensar en trabajar. Y las menos, naufragar en el mar. 

¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?

Posiblemente tendría una gorra de la Caja Rural, un tractor, un palillo en la boca, una suegra gordísima, un cd de Camela y un carnet del puticlub Chari´s. 

La dramaturgia como práctica de fe o como fe práctica (VI)

“Debió ser – nadie recuerda apenas casi nada – una cuestión de deseo”. Alberto San Juan.

Mucho podemos conversar sobre el contacto de la figura del autor con otro(s). Aparecen en ese encuentro infinitas posibilidades. Una de ellas es la que desemboca en la dramaturgia del actor. Familiarizarse con el concepto implica percatarse de cuán distinto, voluble y volátil resulta. Obras que ven la luz tras años de investigación colectiva sobre un tema, escritas a raíz de ensayos donde las ideas fueron compartidas e improvisadas por todos, filmadas y volcadas finalmente en un guión que termina por asumirse como texto; actores que construyen personajes inspirando la escritura, actores que componen unipersonales sobre textos propios… Todas son válidas. Logran resultados tan interesantes como distintos. No obstante, cada obra merece un análisis pormenorizado. Si investigamos un poco, a menudo descubriremos que en un momento dado alguien se queda fuera y comienza a observar. Toma notas. Trata de entender qué sucede y qué no. Por qué. Ese observador quizá termine adquiriendo una responsabilidad como autor y/o director más o menos explícita. Lo interesante de este tipo de creaciones son las soluciones halladas en el camino para alimentar la búsqueda. Las excusas ofrecidas para una improvisación, el registro puntual de un día en el que el espacio se dispone de modo diferente, el momento en el que la ausencia de uno de los actores se convierte en parte de la trama… Lo imprevisible suele ser la parte más activa y fructífera. Ahí, en esa ambigüedad, surgen las metáforas y claves que determinan el ritmo y la puesta en escena. El producto final suele ser un collage, un rompecabezas poético donde el argumento es una excusa para mostrar hallazgos plásticos o interpretativos, cuyos aciertos, con suerte, se imponen al texto. Siempre habrá excepciones. Suelen ser las que cuentan con un responsable de la dramaturgia.


Muy otro es el resultado de los trabajos donde la dramaturgia actoral es un ingrediente clave pero no determina ni coarta la escritura. Uno de los ejemplos más significativos es La omisión de la familia Coleman[1], de Claudio Tolcachir, obra estrenada en agosto de 2005 que a día de hoy sigue en cartel en Buenos Aires. Cuando se estrenó la prensa hizo especial hincapié en dos cosas. Por un lado, el espacio alternativo y realista en el que se presentaba: el fondo de un PH del barrio de Boedo al que el público accedía tropezando con los vecinos del inmueble para atravesar el salón de los Coleman y sentarse en una platea que no podía estar más próxima a los actores. Por otro, siendo la primera obra que Tolcachir escribía, se explicaba que el grupo había improvisado durante casi un año en la casa del director, en todos sus ambientes, estuvieran siendo o no observados, buscando recursos para crear sus personajes a partir de unas pocas nociones dadas sobre sus roles. El trabajo de los actores en ese tiempo no pudo ser más creativo y despreocupado. Su objetivo era entenderse a solas con el personaje que tenían entre manos y ver qué sucedía cuando se encontraba con alguien en la casa. De qué hablaban, cómo, qué no se contaban, a quién esperaban, cómo se ocupaban… Muchos de esos ingredientes forman parte del impecable texto final. No obstante, hay algo fundamental que siempre destacamos: la escritura del texto fue solitaria. En un momento dado las improvisaciones se interrumpieron y Tolcachir asumió, por primera vez, su rol de dramaturgo. Construyó una historia con los personajes que tan íntimamente había conocido en ese tiempo de improvisaciones. Un texto donde se ponían en juego las complejidades, los defectos, los secretos y, sobre todo, sus vulnerabilidades. Para ello no se sirvió de las excusas empleadas en las improvisaciones, es decir, no generó un pastiche a partir del material acumulado en ese año. Escribió escenas donde lo acontecido quedaba reflejado en situaciones dramáticas solventes de exquisita síntesis, dosificando el flujo de información para que, de a poco, el público desgrane lo que los personajes no llegan a decirse.
Tuve la suerte de estar presente en la primera lectura completa que realizó el elenco. Once años después aún recuerdo la sorpresa de todos al reconocer en el texto la esencia de lo que habían trabajado durante meses. El alma de cada una de sus creaciones había sido respetada y puesta al servicio de un relato donde mantenían la organicidad alcanzada. Se ha escrito mucho sobre esta obra y son varios los factores que la convierten en un fenómeno teatral pero, sin duda, la excelencia de su dramaturgia es uno de los principales factores para entender no solo su continuidad en cartelera, sino el compromiso artístico de un elenco que, después de tantos años, mantiene a casi todo su reparto original. El teatro, cada tanto, nos regala algún fenómeno de este calibre, una obra que supera todas las expectativas de quienes la hacen y quienes la ven. 
Kartun no pierde ocasión de citar y recomendar obras y autores contemporáneos en sus clases. El contexto inmediato favorece la proximidad y la relación directa con el trabajo de muchos. Ricardo Monti, Tato Pavlovsky, Alberto Ure, Ariel Barchilón, Daniel Veronese, Rafael Spregelburd, Claudio Tolcachir, Juan Coulasso o Sergio Blanco, aparecen como referencias de poéticas y métodos de trabajo consolidados en la perseverancia, la investigación, y, sobre todo, en sus modos personales de ampliar eso que algunos denominan “círculo de comodidad” y que Kartun identifica como “perímetro" relacionándolo con la instancia creadora y con el ámbito en el que aparecen, muy puntualmente, cada tanto, hallazgos que permiten la introducción de una mínima novedad en el uso de los elementos escénicos. La renovación o innovación aporta algo interesante y no perecedero cuando consigue resignificar, renombrar o simplemente iluminar desde otro ángulo un recurso que hasta ese momento todos veníamos utilizando de modo parecido. Cuando un creador logra eso, provoca una ruptura del perímetro en el que trabajamos y, por ende, de su ruptura, de su avance, a corto o largo plazo, todos saldremos beneficiados.
Independientemente de nuestros gustos personales, es necesario estar al tanto de lo que nuestro entorno ofrece, más si ese entorno resulta ser Buenos Aires, ciudad prolífica como pocas en lo que a gestas ficcionales se refiere. Afirma el director teatral Bernardo Cappa que esta ciudad “es un paraíso fiscal de verdades falsas” y que “cualquiera que empieza un curso de actuación en Buenos Aires sabe actuar, lo que necesita es convertir esa actuación en lenguaje poético”.[2] Algo debe haber de todo eso porque resulta innegable que la capital argentina funciona como epicentro de una producción teatral que no deja de multiplicarse pese a las muchas trabas que el nefasto gobierno de la ciudad impone a su desarrollo. A día de hoy son más de mil las obras programadas que anuncia Alternativa Teatral, la cartelera online por excelencia. 
Ahí va otro gran acto de fe para el dramaturgo: concebir su obra como una botella arrojada al mar. Aceptar que su marco de exhibición nunca estará en el mejor de los contextos posibles. Sin importar cuánto brillen por su ausencia las medidas de apoyo culturales que deseamos encontrar en las gestiones políticas de turno, ya sea porque abundan o escasean las salas donde mostrar nuestro trabajo, ya sea porque nuestro presupuesto de prensa es nulo y nuestra producción se materializa en esfuerzos proverbiales manoteados a nuestro día a día, lo cierto es que no hay país idílico donde el arte sea una actividad que pueda ejercerse permitiendo que sus trabajadores vivan dignamente. La paradójica meta sobre la que estamos aparentemente posados por ahora tiene más que ver con la posibilidad de desenvolvernos en la práctica de una vocación con la que nos identificamos y que logra que el territorio de lo sagrado esté presente en nuestra existencia consolándonos por el tiempo consumido en trabajos alimenticios.
La vocación se desarrolla, crece y fructifica contra todo lo demás, sí, pero también, junto a todo eso. Quizá somos los artistas que somos por esas dificultades, por la influencia que esas acotaciones no deseadas imponen en nuestras acciones. Podemos lamentarnos esperando la aparición de algún político todopoderoso que nos libere del yugo del sistema y sus métodos de producción capitalistas, o podemos asumir que somos parte de la trampa y las miserias del mundo y pretender, soñar, desear, depositar nuestra fe en que esta profesión, nuestras acciones y obras, sirven, cuando menos, para lograr que la humanidad no desaparezca bajo el zumbido tecnológico y el estrépito de las injusticias. Somos los encargados de arrojar al viento las semillas de lo poético. No es poca cosa. No podremos rastrear dónde cayeron, mucho menos si echaron raíces, si fructificaron o en qué modo, pero no debemos dejar de hacerlo. En esas semillas del arte, por ínfima que sea, sigue estando la poca esperanza que conocemos. Quizá ese sea el leitmotiv de nuestro credo.


m.trigo


[1] FICHA TÉCNICA. Texto: Claudio Tolcachir / Actúan: Jorge Castaño, Diego Faturos, Tamara Kiper, Inda Lavalle, Cristina Maresca, Miriam Odorico, Gonzalo Ruíz, Fernando Sala / Diseño de luces: Ricardo Sica / Fotografía: Giampaolo Samá / Diseño gráfico: Johanna Wolff / Asistencia de dirección: Macarena Trigo / Prensa: Marisol Cambre / Producción ejecutiva: Maxime Seugé, Jonathan Zak / Dirección: Claudio Tolcachir. 
[2] Cappa, Bernardo. “Buenos Aires: Paraíso Fiscal de Verdades Falsas”, Detrás de Escena, pp. 17 – 22. Ed. Excursiones, Buenos Aires, 2015.


#teleoenFB

Ayer celebramos en Boedo un aquelarre cuya cascarita lo disfraza como evento de lectura. Y sí, pero no. No sólo. "Te leo en FB" se inspiró en el profundo deseo de encontrarnos cara a cara con algunas de las voces cotidianas de nuestro muro. Siete en este caso: Giselle Aronson, Salvador Biedma, Carolina Giollo, Cristian Godoy, Helga Fernández, Valeria Iglesias y Leticia Martín. La convocatoria, si así podemos denominar un inbox privado, no atendió a su quehacer literario, sin embargo, no es menor que los siete elegidos, en principio por algoritmo, y después por compatibilidad de humor, ritmo y poéticas, sobre este juego extraño que llamamos vida, resulten ser escritores. 

Hemos visto suficientes películas futuristas para saber que la máquina, el invento, el robotito, son lo que el hombre hace con ella. FB se vende como "red social". Atrapa, es cierto. Lo "social" requiere múltiples matices. Cada muro es un mundo. Están los que empapelan con fotos de gatos, citas falsas, paisajes y oraciones a los santos. Los que maldicen, naufragan y no entienden pero hacen ruido. Para todos hay lugar y contra todos remedio: santo bloqueo. 

Finalmente nos quedamos con quienes nos "acompañan". Si de algo sirvió encontrarse cuerpo a cuerpo, fue para constatar que la lectura de los otros existe. No somos (sólo) robots. No regalamos megusta a cualquier cosa. En el infernal zapping de cada día, sabemos quién obliga a deternerse, quién nos hace reír, quién tiene la posta sobre la última desgracia política, quién cita buenos autores, etc. 

Hay una primera instancia del escaparate donde solo vemos lo que podemos: a los conocidos. Amigos o no de la (puta) vida otra. Ese resulta ser el lugar más detestable y angustioso del invento. Constatamos ahí nuestra existencia vacía. Todos son mejores, felices, exitosos y fotogénicos. Y a esos, encima, nos da pudor bloquearlos porque son "de verdad". Pero alcanza con pasar al modo "dejar de seguir a X pero seguir siendo amigos" para que el muro se descomprima. Entonces aparecen los demás, los otros otros. Perfiles con los que establecemos conversaciones fluidas y fugaces, con los que se intercambia material, consejos, bibliografía y eterno etc. Encontrarse en persona rara vez es el objetivo. 

Quizá por eso el evento de ayer tuvo su gracia. Jugamos a violentar nuestras virtualidades y cedimos a la posibilidad de defraudarnos en persona. Tanta intimidad expuesta en esos muros, es imposible de asimilar en un golpe de vista. Los cuerpos creen reconocerse pero no saben abrazarse y las voces aportan un rasgo de personalidad novísimo. 

La lectura imitó el scrolling y eso no sólo dinamizó la presentación de los participantes, nos mantuvo enganchados durante hora y media a cada anécdota que se improvisaba para introducir o aclarar algo sobre el material elegido. Se leyeron posteos. Era la excusa de la cita. Darle valor a todo ese pensamiento, aparentemente efímero y descuidado, que le regalamos a la red. Rescatar del olvido anécdotas cotidianas que, si llegaron al muro, es porque algún peso tuvieron. Quizá lo más curioso de escuchar fue reconocerlos, es decir, recordar algunos de esos posteos. Entender que mi memoria les reserva un espacio. 

Lectores y asistentes, porque aunque cueste creerlo hubo público oyente, resignificamos el uso y abuso del FB en nuestra vida. Si llegamos a esta instancia es porque, claramente, constituye una herramienta con la que hacemos mucho más que pasar el rato. Sin duda es una vía de escape, sin duda es una pausa eterna, sin duda nos distrae y nos impide realizar otras cientos de miles de cosas. Sin duda. Pero también logra todo eso bueno que solo en la intimidad identificamos. Afirmaba ayer Carolina Giollo, "al facebook le debo más de lo que piensa", y así, con esa certeza iluminada que arrancó carcajadas, podría resumirse la experiencia de una práctica donde los otros siempre están presentes. Donde somos, más que nunca, literales, un runrún de voces que teje nuestra pequeña historia. 

Nos inventamos, sí, redactamos lo mejor que sabemos desde nuestro selectivo y prejuicioso punto de vista, un rosario infinito de auroras boreales que sólo a nosotros nos embelesa. Hasta que llega el megusta de otro. De un perfecto extraño. O el megusta importante, el que sale del dedo de alguien cuyos posteos sigues y compartes. Ahí, en esa cosquilla late la diferencia, la sutileza alquímica que bendice al algoritmo que nos reúne. 

En tiempos tan desconcertantes como estos donde parece imposible sentirse más solo y fuera del sistema, es importante observar qué seguimos haciendo, cómo nos afecta la ingeniería compacta e insidiosa de un mundo donde nada se reproduce sin filtro, donde todo nace censurado y maquillado. Facebook no es más que una red social, es cierto. Pero si mientras la usamos decidimos habitarla y no solo transitarla por inercia, puede ser otras muchas, muchísimas cosas. Consideremos que el libre albedrío otorgado obtuvo una importante bonificación con el invento. 




m.trigo






Horacio Fiebelkorn









Escritor
Su último libro es Cerrá cuando te vayas, Club Hem Ed. 

¿Cómo te definís profesionalmente?
Un tipo que escribe.
¿Sabés por qué te dedicás a esto?
Creí saberlo alguna vez, cuando le daba importancia a esa pregunta. Ya no. Preferiría no saberlo.
¿Qué disciplinas resultaron fundamentales en tu formación?
Lengua y literatura en el colegio secundario. La canción popular en géneros variados. Mis inicios en el periodismo gráfico.
¿Qué es lo más útil que te ha enseñado tu trabajo?
Haber llegado a un atisbo de auto conocimiento.
¿Y lo más hermoso?
Amistades, amores, relaciones.
¿Qué es lo que más te duele a la hora de ejercer tu vocación?
La escasa remuneración.
¿Crees haber sacrificado algo importante para dedicarte a esto?
Supongo que sí. Pero no sería quien soy, si hubiese tomado otro camino.
¿En cuántos proyectos laburaste el año pasado?
En tres.
¿Todos llegaron a mostrarse o estrenarse?
Sí. Un libro de narrativa, uno de poesía, y un ciclo de lectura en La Plata, mi ciudad natal, un poco discontinuado últimamente.
¿Cuántos te esperan ahora?
No sé aún. Me estoy recuperando de los anteriores.
¿Vivís de lo que amás o tenés otra actividad que ayuda a pagar las cuentas?
Empiezo a vivir, más o menos, de lo que amo, ya que mi sustento no amable se evaporó por el ajuste.
¿Con qué otras artes te relacionás habitualmente?
El cine y la música, y a veces también el teatro.
¿Qué es lo más absurdo que has hecho por amor al arte?
Escribir poemas cuyo destino fue la basura.
¿Hay algo que no volverías a hacer?
Muchas cosas. No pienso decir cuáles.
¿Qué estás leyendo?
Modos de ver, de John Berger; Acá había un río, de Francisco Bitar; Piazza Navona, de Mario Arteca; Las cosas que perdimos en el fuego, de Mariana Enríquez.
¿Qué autores recomendás siempre?
Arnaldo Calveyra, Juana Bignozzi, Horacio Castillo, y muchos, muchos de mis contemporáneos.
¿Qué películas volvés a ver una y otra vez?
El bueno, el malo y el feo, de Sergio Leone. El espejo, de Tarkovski. El pasajero, de Antonioni. Woodstock, de Michael Wadleigh.
 ¿Qué buscás en la gente con la que elegís laburar?
Buen clima, buen humor, empatía. Me tiene que gustar compartir un trago con ellos.
¿Por qué vivís en Buenos Aires?
Vine desde La Plata porque mis hijos estaban en Buenos Aires, y aquí me quedé.
¿Hay algún viaje que marcara un antes y un después en tu trabajo?
Sí, a la Unión Soviética en 1989, para hacer una cobertura periodística.
¿Cuándo te das cuenta de que tenés un nuevo proyecto entre manos?
Cuando advierto alguna coherencia entre la pila de materiales caóticos que acumulo.
¿Sentís que tenés un sistema personal de trabajo?
Sí. Consiste en demorar por tiempo indeterminado el momento de la escritura, hasta que se vuelve inevitable.
¿Qué hay en tu lista de cosas pendientes?
Dejar de fumar.
¿Tenés un panorama claro de lo que vendría siendo tu trayectoria?
No. De eso que se ocupen otros.
¿Qué es lo que más te preocupa en tu futuro?
Tener un margen de subsistencia imprescindible para seguir haciendo lo mío.
¿Qué hacés cuando no estás trabajando? 
Me encuentro con mis hijos, salgo con amigos.
¿Si no te dedicaras a esto qué estarías haciendo?
Nada demasiado placentero o constructivo.


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